Como deporte de masas, el potencial integrador del fútbol en cada país es bien conocido. Un Mundial es un espacio en el que se materializa este potencial integrando las diversas culturas de los países participantes. En un contexto de mundo globalizado se conforma así un escenario multicultural “global” que se levanta cada cuatro años. No resulta casual que, de los tres últimos mundiales, uno haya sido en Asia y el otro en África; algunos años atrás esto hubiese sido virtualmente imposible. El fenómeno es además bien visible, y sus efectos permanecen en el largo plazo. Tanto lo que sucede realmente en los estadios como lo que los medios transmiten muestran trazas de esta convivencia cultural, en principio en un ambiente pacífico y festivo.